ANTROPOLOGO. FLORENTINO CRUZ MARTINEZ
Con el Domingo de Ramos “de la Pasión del Señor”, inicia la Semana Mayor o Semana Santa, que concluye el Domingo de Resurrección. En diversas partes de la cristiandad, la última semana de la vida terrena de Jesús se conmemora de distintas maneras.
En la Heroica Cosoleacaque este periodo transcurre entre ceremonias prescritas por la liturgia católica y una serie de ejercicios de la piedad popular. A las 5:00 de la mañana del Domingo de Ramos, miles de personas inician una procesión por las principales calles de la ciudad que concluye en el templo parroquial con la Misa de Palmas, celebrada a un costado de ese centenario edificio.
La multitud porta cruces de palma de coyol, adornadas por vistosas y aromáticas flores de la temporada, que el párroco, el vicario parroquial o los ministros bendicen. Se recuerda así la entrada triunfal de Jesucristo a Jerusalén, donde una multitud jubilosa lo recibió a él y a sus apóstoles con ramas y palmeras (Mt 21, 1; Mc 11,1; Lc 19,28; y Jn 12, 12).
Estas palmas las elaboran o adquieren frente al templo parroquial desde la tarde del sábado. Tras su bendición y una vez “que escucharon misa”, son colocadas en las puertas, columnas u horcones o en alguna parte visible de las viviendas. Se les aprecia porque también acompañan a los difuntos en su viaje al otro mundo, depositándose para ello en sus manos o su costado.
A partir de este día empiezan a ubicarse en el atrio o en las calles adyacentes al templo católico vendedores de pan de San Juan Huactzingo, Tlaxcala. También se establecen puestos de personas vinculadas a movimientos eclesiales que expenden agua de coco, popo y antojitos. Allí permanecen hasta la noche del Viernes Santo, cuando se realiza la procesión del Santo Entierro.
En los actos de Semana Santa participan diversas imágenes: Jesús de Nazaret y Divino Redentor (advocaciones de Jesucristo); La Dolorosa, La Natividad y la Virgen del Carmen de Catemaco (advocaciones de la Virgen María); San Pedro Apóstol y los arcángeles Gabriel, Rafael y Miguel. Por lo anterior, corresponde a los mayordomos de estas imágenes proporcionar bebidas y alimentos (generalmente café, pozole y tamales) a las personas que participan en la preparación de los actos y escenarios de la Semana Mayor.
Pese a la singularidad que revisten los actos de Semana Santa, mucho de su antigua solemnidad se ha perdido. Ya no se consumen alimentos especiales (“alimentos fríos”): iguanas, tortugas, camarones, palmitzin o palmichi (cogoyo de palma de coyol que se comía crudo o frito), ni se guardan los días santos.
En los altares domésticos ya no se cubren las imágenes con lienzos color violeta, cuando hace algunas décadas “la gloria se cerraba” desde el quinto viernes y “se abría” a las diez de la mañana del Sábado de Gloria. Inclusive ya no salen los “pilatos” (personajes vestidos de diablos, con máscaras de madera y cuernos de venado), quedando algunas reminiscencias en la congregación de Coacotla.
Las fotografías son de Sandro A. Palacios, y se publican con su autorización.
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